Un poema de largo aliento por el poeta mexicano Aldo Vicencio para la revista Hiedra.


TIERRA SUELTA

no ha sido la tierra una posesión
de la vaguedad del viento,
no ha sido refuerzo del agua,
ni césped de las personas;
mas que cualquier cosa, vuelo y reposo
del signo del misterio, entramado de gargantas consecutivas
que se abren y dan frutos a las ciudades y las casas
        
           y de todas las casas, la mía, teje su placenta en ella,
tan profundo, que yo mismo me entierro, como cairel semilla,
      como hélice niebla,
interrogación que trenza altura, diámetro, luz,
todo como el habla del desierto que pisan los ciervos
                    
                  no crezco, me desaparezco, me dilato palpado de lenguas
de nuevo la recurrencia de la memoria, un cerezo armado de agua,
todo lo que va en el vaivén de unas alas sin cuerpo,
de nuevo el agua, tintineo, punto donde acude el espacio,
    reinicio, emplazamiento de la circunstancia

carezco de miedo, la rotación de un cuarto alumbrado por la lluvia,
              la vuelta, dorsal de sillas, amanezco cristalino,
copa tras copa, hiedra, todo el vendaval de silencio,
asimetría cónica, sembrar de nuevo criaturas, tomo mis manos:
                         los lunes pueden volver

sin vencer a los brazos del Sol,
a cada paso suelto la agitación horizontal
la carne tan abierta de mi historia;
el agotamiento de cualquier futuro a pretender
  
    puedo ser libre de mí, y seguir en el encierro del primer signo:
lo que pueden ver los ojos
de cualquier animal silente
               
                       cabeza ladeada
poder describir una mano sobre mi cadera
          de cualquier carne
mi propia porción de deseo
        toda la descomposición de la linealidad progresiva
sin orden el regimiento de hombres sabios
puedo al fin empujar las raíces hasta gemir agotado
      gemir briznado sin aire
y más arriba toda la posteridad de mi cuerpo desnudo
abrazando y enterrando la tierra con fuerza
mientras el agua me muerde

quizá ría, quizá goce,
pero por ahora no gesticulo ni la más mínima serenidad,
          estar atrapado en la convección de una realidad tan despierta
          me somete a todos los caprichos que brincan sobre la celeridad
          con que viene la muerte para abonar el césped del jardín;
la casa mata, la casa revive, sienta al fuego y le brea la boca;
sobre ella mi ingle, el pubis, destello de firmeza, la manada de sensaciones
sobre mis muslos tensos, puedo cernirme a mirar mi presencia
                 el juego de las hojas que se doblan, filos, agudos pliegues,
                  la marca de antiguas articulaciones, el genio oral, la vida sin texto

abriré mis anginas y no serán más que las hélices de un nuevo mundo,
                                        un nuevo hogar,
distinto espero, a pesar de los elementos que registran la contingencia
                 caído sobre la sala, expuesto por las piedras,
                 el cielo entra sin ventanas y se riega entre las paredes
                      tal vez ahora duerma, tal vez despierte…


ALDO VICENCIO

(Ciudad de México, 1991). Poeta y ensayista, estudió la Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fundador del colectivo Naufragio y editor de la revista Small Blue Library. Es autor de Piel Quemada: Vicisitudes de lo Sensible (Casa Editorial Abismos, 2017), el videolibro Anatolle. Danza fractal (El Ojo Ediciones, 2018) y Púlsar (Ediciones Camelot América, 2019). Su obra ha sido publicada en diversas revistas literarias iberoamericanas como Punto en Línea de la UNAM y Tierra Adentro (México); Digo.Palabra.txt (Venezuela), Revista Antagónica (Costa Rica); Enfermaria 6 (Portugal), La Ubre Amarga (Bolivia); Buenos Aires Poetry (Argentina), Santa Rabia Magazine y Kametsa (Perú); Una verdad sin alfabeto (El Salvador); Cinosargo (Chile), Oculta Lit y penúltiMa (España),entre otras. Ha sido incluido en las antologías Nueva Poesía y Narrativa Hispanoamericana (Lord Byron Ediciones, 2016) y Nido de Poesía (LibrObjeto Editorial, 2018).

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